15 mayo 2013

Noches de intimidad.

Muchos sabréis de lo que hablo. Son esas noches en las que tú eres tu propio cómplice. Las noches en las que la fantasía puede llegar a ser tu mejor aliada, y la realidad no es triste porque solo estás tú. Son noches en las que uno elige qué quiere hacer, si quiere leer, o fumar, o ver televisión, o ayunar, o dormir...

Son noches en las que por mucho que te guste estar en compañía de tus seres queridos, o de tu persona amada, o de tus amigos, la única compañía que quieres a tu lado es, como mucho, la de tu mascota, porque no habla.

Son noches en las que el silencio se hace dueño de tu habitación para dejar que sea tu alma la que hable. Noches en las que te reconcilias con la parte de tu ser con la que andas de morros. Noches en las que el amor propio ocupa la plaza de tu partener de cama.

Esas noches en las que el calor o el frío no son excusa, o si como hoy, el frescor que entra por la ventana purifica tu habitación. Son noches engendradas por días raros, que nacen con un grito de necesidad de dormir en brazos de la soledad, de la intimidad de tus pensamientos.

Noches como la de hoy, que mira tu por donde, me han dado un motivo para poner otra entrada en mi blog. Noches de intimidad, que a veces, y aunque suene egoísta, no me gusta compartir con nadie, por mucho quieras o necesites a los que día a día, viven a tu lado la mayoría de tus momentos y experiencias de la vida.

Noches de las que uno llama "PARA MÍ". Noches de las que yo, suelo necesitar de vez en cuando. A los que os pasa entenderéis mejor que nadie este post. Si estáis viviéndola como yo, que la disfrutéis. Benditas sean las noches de intimidad.

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