19 febrero 2015

CUARESMA 2015 (I): EL CALENDARIO QUE DIVIDE EL CORAZÓN

La noche ha dejado caer su oscuro manto sobre la ciudad. Por una callejuela del casco antiguo camina un caballero del siglo diecisiete. El plumaje de su sombrero se mueve, a merced del jugueteo impertinente que el viento tiene con él. Su capa se suma a la fiesta mientras acompaña el paso acelerado de su dueño. Llega tarde a una cita. Apenas le ha dado tiempo a cambiarse de ropa y aún lleva una cruz de ceniza en la frente. Viene de misa. Es Miércoles de Ceniza. Hoy empieza la Cuaresma y llega tarde a su cita.

A medida que va subiendo la cuesta de la Barbacana Baja, va oyendo el bullicio de unos amigos que han salido en esta fría noche a beberse los últimos sorbos de la fiesta de la "despedida de la carne". Unos disfraces chirigoteros y otros compañeros más vestidos de caballeros de época como él, le esperan en la puerta de la sede de una peña de Carnaval, para amenizar la baja temperatura del ocaso. 

Suenan coplas... guitarras... caja y bombo... Algunos vecinos se asoman a sus puertas para escuchar, con algo de abrigo sobre los hombros. Corren la cerveza y algunas tapas. Hay risas y ambiente sano. Él se engancha al colgante la extensión de su alma con seis cuerdas, y da la introducción para que su comparsa empiece a cantar también. Pero sigue con su cruz de ceniza en lo más alto de su rostro. Porque es Miércoles de Ceniza y aún guarda en su retina los últimos rezos, las peticiones por los que quiere, y el reencuentro con sus hermanos cofrades a los que no veía desde que se encerró en un local de ensayo para preparar sus coplas. Para un Carnaval que el calendario quiere que divida el corazón de muchos, como el suyo, y se alargue "invadiendo" la abstinencia cuaresmal.

En la Barbacana Baja suenan coplas. Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, calle Prim arriba, otro personaje, este Divino, avanza portado y escoltado con fieles que recuerdan el agónico fin de sus días. Cirios encendidos. Hombres de traje o con ropa de calle, y mujeres elegantemente vestidas. Casi todos conservan también su cruz de ceniza en la frente. Rezan. Andan. Se paran. Vuelven a rezar. Mientras, el personaje va siendo llevado por las calles recordándonos nuestro propio fin. Todos seremos como él presa del sepelio en nuestra existencia. También bajo el manto oscuro de la misma noche, abre la Cuaresma el primer Via-Crucis de la última Hermandad de nuestra Semana Santa en recogerse. La que marca el fin de lo que esperamos todo el año, y el comienzo de una nueva espera. 

En ese tiempo el Calendario volverá a jugar con nuestro corazón. Porque las pasiones de una tierra no tienen por qué estar enfrentadas. Nunca debieron estarlo y por suerte, cada vez lo están menos, aunque queden reductos de corazones que todavía señalan a quien en estos días, pueda vestirse de caballero del diecisiete, de mosca, de soldado, de zombie, de romano, de maestra, de minero o de pescador. Pero muchos de esos disfraces, luego serán sustituídos por trajes, por túnicas de nazareno, por costales y fajas, y meses más tarde por trajes de corto y flamencas. 

O simplemente por repelucos por una chicotá, por la palabra de un capataz. Por lágrimas de emoción al mirar a una Imagen. Por la ternura de embobarse con sus hijos cuando le pidan cera a un nazareno por primera vez. De la misma manera que sintieron repelucos por una copla, lloraron lágrimas de emoción al cantar. Se embobaron con sus hijos cuando lo disfrazaron por primera vez en Febrero. Es la magia de ser Andaluz, Sevillano y Carmonense. Es la belleza y la grandeza de sentir las pasiones de una tierra con un calendario que divide el corazón entre la alegría, el periodismo cantado y la emoción de la poesía; y el recogimiento, la fe y la devoción de una religión que es tan compatible como causa de su otra pasión.

A veces el calendario tiene estas cosas. Nos entremete la Cuaresma cuando aún barremos papelillos de Carnaval en el suelo de nuestra casa, perfumada desde hace días por el incienso. Nos hace vivir en el mismo día la confirmación y renovación de nuestra fe, con una cruz de ceniza en la frente, y acto seguido ponernos el disfraz para regalar libertad a una ciudad dormida bajo el manto de la noche. Noche en la que por una callejuela empinada, con sus plumas jugando con el viento, camina un caballero del siglo diecisiete. Piensa en disfrutar cantando con su amigos. Recuerda la misa de la que viene. Sueña con llegar a casa y relajarse escuchando una copla de Carnaval, mientras en la tele emiten pasos por Campana. Puede que mañana comience ya a quemar incienso en casa. Pero todo eso pasa por su mente mientras su capa ondea al viento y acelera el paso, para llegar a su cita.

Benditos corazones arraigados a nuestras costumbres y pasiones. Y bendito ese calendario cuando algún año que otro, le da por dividirnos el corazón...

No hay comentarios:

Free counter and web stats