11 marzo 2015

CUARESMA 2015 (VII): CRISTOS DE CARMONA (I): "Ahí tenéis al Hombre"

"Ecce Homo... ahí tenéis al hombre..." El Hombre que habita en las entrañas de una plaza que lleva Sus señas de identidad. El Hombre Salvador. El Hombre coronado Rey por los pecados del mundo que se le clavan en cada espina que se hunde en su piel. El Hombre que pasea entre la dualidad de la humillación romana y el poderío de los izquierdos de su cuadrilla. El Hombre que se divide entre la mofa cruel de los soldados romanos por lo que creían locura, y la piedad que desprende su mirada de sufrimiento.

El Hombre que hizo dudar de todo... a todo un Procurador Romano. Claudia Prócula, su esposa, lo sabía: "Noli condemnarunt hoc homo, sanctus est" (no condenes a ese hombre, es Santo). Pilato aportó la parte teatral al juicio lavando sus dudas. El Hombre que camina poderoso Hermanas de la Cruz arriba guardó silencio ante lo que había aceptado por voluntad de Su Padre. "Como cordero que es llevado al matadero, maltratado se doblegó... y no abrió la boca"... y cada Domingo de Ramos quiso que fuera así hasta el fin de los días.

El Hombre que se aferra a su cetro dorado del perdón porque aunque sintió el miedo, y sintió el dolor, nunca perdió la Esperanza. El Hombre que abrirá este Domingo de Ramos el camino a los "Desamparados". Y lo coronará el cielo de una mujer con cinco mil años, y lo coronarán las estrellas de la noche ansiada. Y los vencejos con sus trinos, y los cantos de ángeles terrenales de convento... Y el bullicio de la plaza de otro Rey Santo, y lo coronarán los aplausos de la gente que se agolpará otra vez en "Cristo Rey" con cada costero, con cada izquierdo.

El Hombre que mira al suelo, a las piedras que pisa como quien mira la que será la morada de la que formará parte tres días. Porque al tercero resucitará, aunque aquí los tres días, se hagan un año, se hagan una Cuaresma, se hagan una Semana, se hagan una vida... porque la vida cabe en una Semana. El Hombre que atado ofrece la libertad, el que condenado ofrece el perdón. El que fue ofrecido al pueblo y dos mil años después sigue siendo ofrecido, pero esta vez con veredicto contrario. Porque nadie que lo vea coronado de espinas, ansía otra cosa que salvar al Salvador. Porque quien lo ve sabe que detrás viene la Esperanza de verlo resucitado y de que la profecía vuelva a cumplirse.

El Hombre que es Dios. El Dios que es Hombre. El Hombre que vivió para morir, pero murió para vivir eternamente en nuestros corazones cada Domingo de Ramos de nuestra eternidad. La Corona de Espinas esa tarde, esa noche, esa entrada en la madrugada, cada vez tiene menos espinas para Él, y más para nosotros. Porque preferimos que se nos clave la piedad en el corazón al verlo pasar, y cambiarle las espinas por suspiros, por lágrimas, por aplausos, por escalofríos de emoción. La Coronación del Hombre es la coronación de nuestras almas cada trescientos sesenta y cinco días, cuando ese reo nos vuelve a recordar que demostró con su sangre brotando de las llagas de sus espinas la condición humana que vino a salvar.

La condición que día tras día nos hace gritar sin darnos cuenta: "Crucifícalo", "Libertad para Barrabás". Y cuando llega el Domingo de Ramos volvemos a darnos cuenta de nuestro error diario. No se puede decir más con una mirada, una Corona de Espinas en la cabeza, y un Cetro de caña dorada en las manos: "Yo soy el camino, la verdad... y la vida". Entonces es cuando nos santiguamos, rezamos, miramos, lloramos y suspiramos al verlo pasar. Porque entendemos que en aquel momento el Hombre era más Dios que nunca. Y Claudia Prócula lo soñó y lo sabía, y Pilato lo intuyó... y así nos lo hará saber este Domingo de Ramos, y será cuando le encontremos mucho más sentido al mirarle a los ojos, al intento de que se apiadaran de él:... "ECCE HOMO... ahí teneis... AL HOMBRE".


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