13 marzo 2015

CUARESMA 2015 (IX): CRISTOS DE CARMONA (III): "Todo está consumado..."

Con Él se detiene el tiempo, se detiene todo. Él es el único que parece que se mueve, para quedar inmóvil en un suspiro. Es normal. Que para eso es el dueño del tiempo en el que toda una ciudad se vuelve Barrio de los barrios. Que para eso en su casa, y bajo sus andas habla el repeluco por las bocas. Él manda que todo en Martes Santo se sienta de forma magnificada hasta el punto en el que uno no sabe controlar sus propios sentimientos cuando lo tiene delante. Un Dios todopoderoso con apellido carmonense, porque es Hijo de Dios y es hijo de Eslava. El único hijo de esta tierra milenaria que no mira hacia sus propios hijos... ni falta que le hace.

Porque mira el aire con olor al trigo que la humildad transforma en nuestro pan de cada día. Porque mira allí donde va a subir en el instante que a todos nos sobrecoge de dejar su sufrimiento porque "todo está consumado". Y es lo que pasa en la Judería. En ese momento en que se detiene el tiempo, todo se consuma. Se consuma la espera del año, a veces de más años cuando Él se pone caprichoso y se quiere quedar en casa para tragedia de todo San Blas. Se consuma el fervor del arraigo a una forma de vida que solo pasa lindes adentro de esas callejuelas del barrio. Se consuma el saber cuándo sale de Su casa, pero nunca a qué hora va a entrar.

Cada Martes Santo, salga o no, cada hijo natural o adoptivo de esta ciudad sabe que "Todo está consumado" y que hay que beberse el día a sorbitos muy pequeños, porque se marcha con la rapidez de una Expiración. Es imposible no estar esa noche viéndolo pasar... y no sentir... aunque sea envidia por no ser un ladrón más y poder decirle bajito "acuérdate de mí cuando estés en Tu Reino, Señor". El Cristo del Barrio ante el que no salen las palabras porque se agolpan formando un nudo en la garganta, y eso que no podemos mirarlo a los ojos porque Él mira hacia arriba. Pero cuando la amplitud de su canastilla se come los adoquines de la calle y viene hacia ti, ya no existe nada más. Sólo se le mira a Él, el momento es de Él, el corazón acelerado es de Él... el tiempo es de Él... todo es de Su propiedad cuando se te acerca, mirando al cielo de sus Dolores que ya se le acaban.

Por eso se para el tiempo en la Judería, aunque sea también tiempo de "Dolores". Porque los dolores de su barrio se tornan alegrías por una tarde... por una madrugada eterna de chicotás, saetas y rezos en la plazuela. Por tantas cosas que se le dicen de boca para adentro: por un "quédate un ratito más que ya estás en el barrio y aquí ya no existe el tiempo. Por un "qué ganas tenía de volverte a ver". Por tantos "óles" que se dicen bajito cuando el "barco" dorado en el que navega Cristo por las calles de San Blas, habla por los interiores de su quilla y se oyen cosas que transforman el vello en agujas de cristal. Por todo eso al mirarlo mirar hacia arriba, hay un segundo en el que parece imposible creer que "Todo está consumado", pero se consuma de nuevo el amor más incondicional, la fe más sencilla, el cariño más orgulloso del barrio de los barrios.

Cuando se va perdiendo, a regañadientes de quien lo mira, por el dintel de San Blas, parece que el Cristo del Barrio no expira, si no que suspira pensando: "otra vez la espera". Ya lo dijo Paco Eslava, cuando se recoge no importa su ausencia porque sabe que esta en el Paraíso, y que no está solo. Porque no sólo lo acompañan dos ladrones, lo acompañan los corazones de tanta y tanta gente que siendo o no del barrio lo llevan en un rincón de su cartera, o lo tienen presidiendo una habitación de sus casas, o colgando del cuello en una medalla, o simplemente teniéndolo presente cuando necesitan hablar con Dios. Nunca dio más alegrías una mirada que no te mira, un Cristo con apellido carmonense, un paso que no se te acerca, te arrolla los sentidos, y una Expiración para comenzar el orden de las cosas, en lugar de para terminarlas.

El vecino más Ilustre del barrio. El Rey de la Judería. El que suspira en una Sagrada Expiración. El que sirve de adelanto a la transmutación de los Dolores en alegría de flores de cera, de bambalina rojo sangre, de petaladas interminables desde que una Barbacana pasa de muralla carmonense a ser muralla de Jerusalen con piedras de barrio judío y entrañas de cal. El Cristo que se estira en la Cruz del corazón de un Martes Santo para regalarnos su último aliento. Pero un último aliento que nos envuelve todo un año en una nueva espera.. porque cuando Él expira, y da el último roce la bambalina de nuestros Dolores, aunque falte media semana nadie duda que en el barrio de los barrios, cuando falta Él.. TODO SE HA CONSUMADO.





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