01 abril 2015

SEMANA SANTA (IV): MARTES SANTO

¿Quién ha dicho que no se puede controlar el tiempo? Quien lo dijera me causa compasión, porque no ha vivido en su pellejo el Martes de la Semana en la Judería.  Porque el tiempo se para en la Judería. Todo se magnifica en la Judería. Y en la Judería, resulta que también se juega con el espacio, porque se vuelve Judería media ciudad, concretamente desde la Plazuela de San Blas, hasta la Prioral de Santa María, pasando por la muralla que guardó como un tesoro el corazón de milenios de historia grande y heroica.  Hoy parecía que el Señor de la Expiración miraba al sol ordenándole que tuviera compasión de su cortejo (en que van muchos niños), en lugar de expirando. 

¿Y sabe usted lo que ocurre cuando pasa San Blas? ¿Lo ve? Porque yo veo cosas que puede que pasen desapercibidas. Veo un río de capirotes rojos y túnicas blancas que se funden con la cal de las paredes, formando un "todo" de dimensiones inalcanzables. Veo las caras de la gente del barrio y de los que no son del barrio, con los ojos encharcados de emoción sólo por oír cómo se habla debajo del Señor de la Expiración y debajo de la Virgen de los Dolores. Veo que en su salida y su recogida, el bullicio de los nazarenos se torna una contención unánime de la respiración, hasta que los Primeros Vecinos del barrio salgan a la calle.

¡Y cómo salen, oiga! Cristo empuja a Dimas y Gestas, porque sabe que es un trámite de medio minuto que lleva a cabo el esfuerzo de cuarenta corazones. Y la Virgen ni se entera, parece que ni siquiera anda sobre treinta cuellos, sus varales se mueven tan poco, que se me antoja que más que salir, simplemente aparece en la Plazuela. Y una vez en la calle es lo que yo decía: Carmona se vuelve judería desde el Raso "p'arriba". Y como el propio señor de la Expiración dice en ese último halo de vida: "Todo está consumado". Y sigo viendo cosas. Sigo viendo medallas al cuello de quien no está en la procesión y luce con orgullo sus sentimientos.

Y veo lágrimas, y ganas de aplaudir desde que sube por Barbacana. Y los aplausos se desgranan como las hojitas de las tantas petaladas que le caen desde que la Judería vuelve a la Judería en el Martes eterno de nuestras vidas. Y se vuelve a magnificar todo. Tanto que los vecinos del barrio se multiplican por miles, porque el barrio se inunda de gente del barrio que no está en el catastro registrada en el barrio, pero se siente del barrio. Y el barrio los acoge y les abre sus puertas, como hacen los vecinos del barrio durante todo el año.

Igual por eso es verdad que se para el tiempo. Igual es verdad que por eso San Blas es la cuna del repeluco y la algarabía cuando llegan su Cristo y Su Virgen. Por eso hasta los Dolores se tornan Expiraciones de nuestras almas rendidas ante el poderío de la sencillez y la bondad del Hijo que es de Dios (y de Eslava) y de Su Madre. Y todas las flores de los balcones quieren ser de cera para ir cerca de la Virgen, y todas las gargantas quisieran saber cantar saetas para el Señor. Y se quedan muy cortas las palabras que uno pueda decir cuando oye otras palabras en la Judería. 

¿Qué quieren que les diga, si gracias a mi abuela y mi madre, un poquito de San Blas me corre por las venas? ¿Qué le hago yo si me pongo a intentar contar un Martes Santo y sólo me salen emociones y no crónicas periodísticas (ni quiero que salgan)? No puedo hacer otra cosa que respirar hondo para expirar una plegaria cuando pasa Él, y dar un beso de los que causan Dolores en los labios cuando pasa Ella. Y aguantar el nudo en la garganta y las lágrimas en mis ojos cuando lo cuento por un micro, y cuando veo San Blas en alguna esquina oculto entre la gente y pienso en tantos que querrían tener mis ojos para estar viendo lo que yo. ¿Se puede causar más grandeza que esa? 

Y ya en la plazuela, ver a la Expiración duele. Duele porque "Todo esta consumado". Otra vez. Se consuma el Martes Santo en los naranjos, que ya van floreciendo el azahar de la madrugada del Miércoles de Angustias. Por eso se recogen sin prisa, porque el barrio quiere tanto al Señor de la Expiración y a la Virgen de los Dolores, que tienen el capricho de retenerlos, de relentizarlo todo, de volver a pararlo todo porque hasta dentro de un año no vuelven a verlos pasear. Y en la Expiración saben que en la plazuela no mandan ellos, manda el barrio, y por eso obedecen y aguantan un poquito más el esfuerzo. Porque pide el barrio, siente el barrio, ordena el barrio y ante eso no queda otra que claudicar.

Pues ya está, para qué más palabras. Si es que esto es la Judería, eso es San Blas, y ese es el Martes Santo eterno en nuestros corazones por los siglos de los siglos. Qué pena me sigue dando aquel que dijo, que no se podía detener el tiempo, porque estoy seguro que nunca, nunca, nunca, vivió un Martes Santo en Carmona, mientras por cualquier calle, rincón o plaza, pasaba la Expiración, desbordaba San Blas, inundaba la Judería, los recovecos de la mente y el corazón, que hacen que se detenga el tiempo. 

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