04 abril 2015

SEMANA SANTA (VII): VIERNES SANTO

¿Saben ustedes lo que ve se desde el silencio, detrás del silencio? Si nunca han vivido la experiencia yo se lo cuento. Se ve la extensión de la esperanza con los primeros rayos de sol de la tarde, sofocantes pero silenciosos, para que Dios por primera vez en las calles de Carmona a estas horas, cobije a los Desamparados. Se ve el rito del esparto en un gran número de casas adentro, se ve una cruz de Jerusalem y una medalla de cordón rojo sangre. Se ve el camino que según las normas "el hermano hará solo, sin hablar con nadie y por el camino más corto hasta la Iglesia".

Y en ese camino corto de la Humildad del Nazareno y la Paciencia del que esperó al Viernes de nuestras vidas, desde el silencio se ve cómo el blanco ilumina la caída de una tarde, que a pesar de ser la de un Viernes Santo y a pesar de conmemorar la muerte del Hombre más grande todos los tiempos, se torna viernes de "Dolores" en palios de cajón. Se ve el bullicio y la algarabía de quien celebra el día de fiesta con las mejores galas, y se ve la tradición del traje o la corbata negra. Se ve la visita de mañana al Monumento por San Bartolomé, mientras el Señor de Carmona aguarda su catequesis de asfalto penitente.

Detrás del silencio se ve el morado y el negro nadando a través de un mar de blancos penitentes que, por la confluencia de horas, son los primeros en recibir a los primitivos nazarenos de Carmona camino a su formación de filas.  Desde el silencio se ve una iglesia a oscuras, con un rezo hacia dentro, mientras los últimos coletazos del sol intentan colarse por las vidrieras. Se ve (se oye, más bien) el cerrojo de la puerta de la fe, que abre camino a la devoción nazarena primitiva, y se ve como desde el silencio, el Silencio se va abriendo paso callando el bullicio.

Desde el silencio se solía ver una garganta con sien plateada que nos recordaba la irónica "justa sentencia que mandó hacer Poncio Pilato" y que se quedó en el más eterno silencio. Ya nada volverá a ser igual sin Paco Moya en el crepúsculo eterno de los Viernes de la Semana.  Pero detrás del silencio se siguen viendo las miradas de sobrecogimiento por el orden del cuerpo de los Primitivos, mientras en la noche callada, el viento trae el sonido de los tambores que marcan el paso blanco de un señor que espera con Humildad y Paciencia a su madre de Dolores. Y se ve, créanme, porque desde el silencio, detrás del silencio, oír las cosas es una forma de verlas.

Detrás del silencio se ve una virgen de diez varales con carita de porcelana, que huele a azahar y a madre nazarena; y suena a crujido de bambalina de plata, que l recuerda que "Un puñal atravesará Su alma". Y se ven corazones penitentes que nunca abandonarán su fila, mientras se enfundan en sus pasos la exquisita puntualidad durante tres horas divinas y eternas. Se ve la tradición que a veces no está reñida con la modernidad, y unas hermanas con la advocación de la Cruz que rezan cantando al Nazareno de los nazarenos. 

Se ve (se oye más bien) de nuevo el cerrojo y el camino de vuelta del hermano de nuevo "solo, sin hablar con nadie y por el camino más corto" a desvestir el alma hasta que de nuevo se vista de negro y morado, y se ve la convivencia en la que se habla de cómo ha ido todo. Detrás del silencio, del de todo el año se rememoran montajes de pasos y altares de quinario, se planea una mañana de Corpus con una Pastora celestial, y se saborean los manjares que calman el vacío del ayuno.

Usted puede ver todo eso si se fija bien. Porque es es verdad que se pueden ver cosas desde el silencio, detrás del silencio, en el silencio, porque ese "silencio" del que le hablo es con el que cualquier hermano de "Nuestro Padre" convive desde que se levanta, hasta que llega a casa, después de haber cumplido con el rito de su Estación de Penitencia... detrás de su antifaz morado... detrás del Silencio... desde el Silencio...

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