11 mayo 2015

SER UN CABALLERO, SER DE CARMONA.

Hace mucho, cuando escribía en el desaparecido "Carmona Información" hice un artículo llamado "El parlamento carmonense". En aquel artículo hablaba de los ratitos de ocio en la pequeña Administración de Loterías que regenta Valentín Pinaglia y donde se daban cita para interesantísimas tertulias, gente de todo ámbito y parcelas sociales, de asociaciones, o de otros mundos culturales de nuestra ciudad.

Es enriquecedor para mi alma haber compartido y seguir de vez en cuando compartiendo, esas tertulias, y empapándome de la sabiduría y el cariño que se aportaba en ellas.

Pues bien, uno de los frecuentes aunque de escasa permanencia en ese local, era un señor, que desde el primer día que me dio la mano y me presenté, pude captar sus amplias virtudes. Imponía con su porte alto y sus manos grandes. Su rostro dejaba ver el paso de los años pero albergando un estado mental impropio de avatares de paso del tiempo. Su acento no parecía de aquí, pero su pensamiento y su corazón a la hora de hablar, sí que lo eran. 

Y efectivamente no era nacido en Carmona, pero por su dilatada presencia en nuestro terruño, me atreví a pensar que su sangre tenía luceros de ocho puntas por glóbulos rojos, bañándose en un flujo sanguíneo que lejos de ser granate, parecía haberse vuelto azul y blanco. Hombre que mezclaba a la perfección la rectitud de las formas en sus opiniones, quizá a veces en extremo, con la comprensión y una de las virtudes que más valoro en el ser humano: el sentido común. 

Supe que había dedicado su vida a curtir otras vidas, el bonito y difícil oficio de la enseñanza (que no de la educación), aunque estoy seguro que también se ocupó de educar, además de enseñar, a tantos alumnos que ahora, con el paso de los años, guardan hacia él, el mayor tributo que un profesor de aquellos años pueda tener: el cariño y el respeto al recordarlo. 

Siempre me saluda con una sonrisa, porque me sabe buen amigo de corazón de su hijo, el dueño de ese "Parlamento carmonense". Siempre tiene una palabra de cariño, siempre un gesto de humor, y cuando una conversación se torna seria, una frase que sentencia y ante la que hay que claudicar por la sabiduría con la que la emite. Cualidades que extrañan si se producen en Carmona, pero claro, él no había nacido aquí, aunque fuera uno más de nosotros desde hace muchísimos años.

Cuando supe que se le iba a nombrar hijo adoptivo de Carmona, no dudé un segundo por mi experiencia con él, del merecimiento tan alto de ese galardón, porque dice la copla que "amor con amor se paga", y el cariño también, y Don Valentín Pinaglia Villalón, de quién les hablo, ahora recibe (quizá un poco tarde, pero al menos, vivo y plenas facultades mentales) el cariño que sembró en tantas personas que hoy son gente de provecho. Las mismas que han firmado su expediente, entre las que me honra encontrarme con mi peña "Los Pitos de Caña", junto con un sin fin de asociaciones de la localidad. 

Ya que no pude estar en el acto institucional de ese nombramiento, vaya desde aquí mi felicitación pública, mi abrazo a Valentín junior y a toda su familia, porque saben que me alegro de corazón porque Don Valentín, sea ya, oficialmente, un carmonense más. Estoy seguro que ahora brillarán con más fuerza esos luceros de ocho puntas, que tiene por glóblulos rojos en su sangre blanquiazul... la misma que le corre por las venas a su hijo, magnífica herencia por cierto, que junto a la de sus años como docente, nos ha legado el Señor Pinaglia Villalón, y yo me siento afortunado de disfrutarla.

ENHORABUENA.

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