25 mayo 2015

UNA DE MIEDO (Inspirado en hechos reales)

Hacía tiempo que la noche había caído en aquel paraje, que pese a las ruinas en las que se encontraba, tenía un punto idílico. "Quizá no ha sido buena idea", pensaba mientras veía cómo sus amigos se agrupaban sentados en círculo alrededor de la luz artificial en aquella galería del misterioso convento. Aunque era verano, la temperatura de la noche había caído... demasiado quizá, al extremo de que llegó a pensar que sólo hacía frío en aquel punto concreto del edificio, o al menos más frío que fuera de allí.

Todo había trascendido de las típicas bromas sobre valentía y sobre creencias, de la perogrullada sobre el atrevimiento a pasar una noche allí o no. En su mente no paraban de dar vueltas las habladurías sobre el sitio en concreto. Unas terroríficas y otras muy cómicas desmintiendo las anteriores y dando como motivo la incultura popular. El caso es que poca gente se atrevía a pasar allí ya no la noche, si no al menos unas horas cuando había anochecido. Tras la famosa apuesta firmaron el pacto de no irse de allí hasta una hora determinada de la madrugada.

El reloj marcaba la una y diez. Llevaban exactamente setenta minutos reunidos allí, aproximadamente veinte de ellos en silencio. Eran cinco amigos contándose él, incluida la chica que le gustaba. Sus veintipocos años les aportaban ese grado de valentía inducida por la locura a vivir experiencias fuertes. La noche estaba oscura y silenciosa, solo algunos perros ladraban en los cortijos cercanos pero se oían débilmente. De repente uno de ellos se levanto: "voy a cambiar el agua", a lo que él reaccionó rápidamente diciéndole "Espera te acompaño". 

Salieron por uno de los grandes huecos del muro que daba al paraje solitario sobre le que a duras penas se sostenía el monasterio. Cuando su amigo terminó algo rompió el silencio. El grito femenino venía de dentro de la galería. Salieron corriendo en dirección al lugar de reunión y encontraron la luz rota y a sus amigos en una esquina de la galería. Las dos chicas se abrazaban nerviosas al chico que quedaba.  "Alguien me ha tocado el pelo" -dijo la chica que le gustaba-  "primero pensé que eras tú y al darme la vuelta no había nadie y luego..."
"¿Y luego qué?"-preguntó atemorizado.
"La luz se apagó y al volver darle al gas.... " No pudo terminar la frase y se echó a llorar...
"Hemos visto a alguien"-continuó el chico- "con... hábito"
"Si esto es una broma"- interrumpió su otro amigo- "no tiene ni puta gracia. A mí no me toquéis los cojones".
Diciendo esto su amigo, él sintió una bocanada de aire gélido, fugaz por su nuca que le puso los vellos de punta, y de repente en el silencio sonó una voz susurrante aunque con tonos graves y roncos: "Fuera...."

El grito común pudo oírse en toda la zona. Salieron como almas que lleva el diablo en busca del coche que esperaba fuera, dejaron allí el candil de gas y algunas mantas que ya no recuperarían. El coche, lejos de lo que él atisbaba (tras ver tantas películas americanas de terror) arrancó a la primera y casi como en un rally, su amigo condujo a toda velocidad por los caminos hasta llegar a la carretera.

Nunca volvieron a hablar de lo que pasó. Pero entendieron porqué en el pueblo había habladurías, quizá hasta por qué muchos preferían decir que eran fantasías y que allí no pasaba nada, pero sobre todo entendieron por qué nadie del pueblo, salvo algunos locos jóvenes con ganas de vivir experiencias fuertes, se atrevían a adentrarse en el Convento de los Frailes, una vez que la noche había caído sobre la ciudad....

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