12 marzo 2016

CUARESMA 2016 (II): "REPELUCO"

"El repeluco" es una palabra muy andaluza, muy sevillana si se me apura, pero tan definitoria y real como que el sol sale cada mañana. Y los hay de muchas formas y maneras. Está el repeluco que pueden provocar imágenes o palabras, el que provoca el frío, o el que provoca el miedo. El miedo a ver apagarse una vida, el miedo a perder a alguien que te importa por unos días sin mensajes o una discusión estúpida. El miedo a alejar a quien se te acerca porque tu ánimo no es el idóneo.  Pero cuando en nuestros círculos, en los de la tierra, en los de la hermandad o la familia se habla de "repeluco" todos saben muy bien a los que se refiere el término.

El repeluco, ese repeluco concreto del que se habla en primavera puede bendecirte de muchas formas diferentes, en muchas situaciones diferentes. Si atacamos el orden cronológico puede ser el día que por primera vez, en mi caso, sostienes en tus manos las manos que luego estarán abrazando una cruz. Puede ser el día en que con una iglesia apagada, hables de tú a tú con un Amigo Divino amarrado a una Columna y luego pongas tu hombro para subirlo a su altar de Jueves Santo. Puede ser la primera vez que oigas una salve que has compuesto para una Paciencia inagotable. Puede ser el de cada año cuando oyes el cerrojo de San Bartolomé y la luz del ocaso o la de las farolas de la noche se cuelan entre una fila de espigados nazarenos donde reina el Silencio.

Pueden ser las palabras que oyes decir bajo los pasos en sitios como La Judería bajo el Señor de la Expiración, o el ver los izquierdazos del Coronación. Es posible que sea también el de ver pétalos llover en Tahona ante la Angustia reinando en la madrugada de Miércoles Santo. O el de ver pasar por última vez el misterio del Santo Entierro cuando sabes que "todo está consumado" y comienza de nuevo el tiempo de la espera bañado en la nostalgia. O puede ser que te llegue en cada cuesta que sube la Amargura, o en el cruzar de Humildad por el Arco de la Puerta de Sevilla. 

El repeluco es tan nuestro como la Semana Santa, es tan definitorio como un diccionario particular, tan oportuno como el abrazo cuando la congoja aprieta el corazón. El repeluco es el insigne penitente invisible de nuestras cofradías, y de toda la cuaresma. Ese repeluco. El resto los tenemos todo el año y no nos causa la misma impresión que cuando es el incienso el que perfuma nuestros sentidos. Ese repeluco es el que esta ciudad recoge con el escalofrío que como decía Pepe Da Rosa padre: "Va desde la coronilla, hasta el tacón de los regates". 

Y mire usted, el día que no sienta ese repeluco en cualquier momento de estos días que están y los que tienen que venir, váyase usted mejor de camping porque habrá perdido la seña de identidad del que vive las cosas de su tierra, y la Semana Santa es una de las imprescindibles. Yo hoy mismo he sentido varios de los otros repelucos, y cada uno en su momento volvería a dejar que me invadieran, pero el sitio que todos guardamos para ese "repeluco", el que sabemos lo que significa, es inamovible. 

Se acerca el Tiempo. El tiempo de muchas vivencias, recuerdos y emociones, y sin duda, es también el tiempo de los repelucos más castizos y singulares. Los repelucos de la emoción por sentir en nuestras venas, nuestras tradiciones, nuestra fe y nuestros recuerdos... toda esa amalgama de sentimientos que no se sabe porqué, sólo afloran en Semana Santa y miren por donde, los anuncia un "Repeluco", los anuncia "El repeluco", como para no tenerlo ya más que distinguido y diferenciado, en un lugar preferente de la definición de nuestros sentidos....

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